El hábitat no implica únicamente un universo material, referido a la infraestrucutra, a la construcción, a la logística. También contiene un universo de afectos, paisajes, aromas, sonidos, es arraigo, es memoria individual y colectiva, son nuestros amores.
Cuando uno se siente parte del campo popular, del movimiento nacional y popular, es parte de un sujeto histórico. Y los plazos en que actúa un sujeto histórico no se miden en términos de un mandato electoral, sino que se trata de ciclos más largos, que incluyen la posible intermitencia entre la administración del Estado y el alejamiento de la administración del Estado.
Desde luego que el Estado es un agente de cambio social, y cuando se interrumpe nuestra presencia en el Estado se produce un impacto en la organización política; se trata de un impacto que debemos entender como algo que naturalmente está llamado a suceder. Ahora bien, si ese impasse surgido de no ocupar el Estado se lo tramita sola o predominantemente desde la especulación menor, nos alejaremos cada vez más de la posibilidad de volver a ocuparlo. En cambio, si se lo tramita desde la re-organización del poder popular, los plazos para volver a ocupar el Estado se acortan.
En este marco podemos hacernos tres órdenes de preguntas respecto de las posibilidades de desarrollo del hábitat local y regional.
En el plano de las preguntas generales, ¿cuánto se depende del proyecto nacional? Mucho, pero no totalmente. Desde luego que si estamos ante un proyecto nacional que concentra la riqueza en los conglomerados financieros, se endeuda y abre la economía a la importación de modo de desproteger nuestras industrias y talleres, eso perjudicará el desarrollo local. Un modelo nacional de mano de obra barata resiente el consumo, la actividad productiva y la recaudación municipal.
Hay un plano intermedio para interrogarnos, y es el referido a la falta de planificación regional de la administración provincial, en el marco de una arquitectura administrativa de la provincia de Buenos Aires claramente insustentable. El desarrollo regional se dificulta ante la falta de planificación regional a nivel provincial.
Pero también es cierto que en el plano de las preguntas específicas, nuestra región tiene grandes posibilidades en sí misma. ¿Por qué? Por la presencia de un gran polo industrial en términos de industrias de base como el petróleo y el astillero. Por la presencia de un polo de pequeños y medianos productores y cooperativas en el campo de las quintas, la producción fruti-hortícola, la floricultura, la apicultura y tantas otras actividades, muchas de las cuales garantizan nada menos que la seguridad y la soberanía alimentaria de la población. Por la gran extensión de tierras públicas con gran potencial. Por la presencia de la Universidad Nacional y de la Universidad Tecnológica, y de un gran despliegue en el terreno de las profesiones y de la investigación. Por nuestro potencial en el plano artístico y cultural. Por la diversidad y la riqueza cultural que confiere la presencia de tantas colectividades. Por la presencia de tantas ramas de la economía social en el campo de las artesanías, la producción textil, editorial, etc. Por la riqueza paisajística que nos permitiría una explotación estratégica del turismo de fin de semana, como lo hacen otras ciudades con menos recursos que los de nuestra región. Por la conectividad que implica la presencia de un aeropuerto como el de La Plata, lamentablemente inutilizado. En definitiva, el no contar con un modelo nacional y provincial de corte popular es muy importante, pero no justifica descuidar las múltiples posibilidades de organización y desarrollo con cierta autonomía como las que contamos.
En un siguiente orden de preguntas está el tipo de Estado que aspiramos a construir. Dicho muy resumidamente, pondría énfasis en su carácter planificador. Saber cuántas personas que viven en la región trabajan en ella, saber cuántos bienes producidos en la región permanecen o se exportan, en fin, un sinnúmero de datos que ayudarían a la planificación de nuestro desarrollo regional.
Aspiramos, además, a un Estado que movilice la esperanza. Un Estado no comprometido con el hábitat descompromete a su comunidad. Un Estado que no favorece la acción colectiva incentiva el individualismo.
Por último, e insisto con la brevedad, el poder del Estado al que aspiramos es un poder articulador de intereses particulares en pos de un modelo de desarrollo colectivo y a la vez, un poder de transferencia. Esto es, tomar el poder concentrado y administrarlo de tal modo que sea re-distribuido en la sociedad. Que favorezca el empoderamiento y la organización popular. Que garantice la igualdad en todo lo que las personas deban ser iguales, es decir, en el acceso a los derechos; pero que a su vez garantice la particularidad en todo lo que decidimos ser diferentes. Vivienda social sí, pero con una parra para el que disfrute de tomar mate bajo la misma, con un tallercito de herramientas para quien desempeñe una actividad por cuenta propia, o con un lugar para que jueguen las niñas y los niños, según la necesidad y la circunstancia de cada familia.
Tres consideraciones finales. Primero, que la fisonomía que adquiere Unidad Ciudadana, con menos arrogancia, con su apelación a la proximidad, jerarquizando la escucha por sobre la ‘bajada de línea’, armando reuniones en ronda en lugar del escenario para elegidos, presagia la articulación entre la política y la organización popular en un nuevo entramado institucional a futuro.
Segundo, que la calle, la ocupación del espacio público, la asamblea popular acusada de desestabilizadora por el poder, es el único resquicio de re-democratización con que cuenta el Pueblo –estafado en su buena fe- una vez que el poder y la lógica de los mercados se han adueñado de lo público.
Y tercero, que cuando el descontento por la situación económica no se traslada linealmente a las urnas, es porque el voto no expresa únicamente la realidad material, sino que tiene un componente simbólico del cual el neoliberalismo se ha apropiado inteligente e imperceptiblemente, y con mucho profesionalismo. Cuenta, para ello, con las grandes cadenas hegemónicas de comunicación. Nosotros, sólo con la herramienta de nuestra militancia. Y con algo que ellos no tienen: el eficientismo no enamora tanto como el valor de la Igualdad.