El ex diputado nacional argentino y miembro del Frente para la Victoria, Carlos Raimundi, criticó la declaración de Emergencia en Seguridad dictada por Macri y aseguró: “el cambio de gobierno en Argentina no significó un simple traspaso presidencial, representa un cambio de alineamiento geopolítico”.
Por Héctor Bernardo. Revista 2016.
Carlos Raimundi es ex diputado nacional, miembro del Frente para la Victoria (FpV), abogado, y como docente universitario se desempeñó en la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata. En esta charla analiza la actual política exterior argentina, el nuevo marco regional, critica el decreto presidencial que declara la Emergencia en Seguridad, y afirma que “el endeudamiento que está generando Macri es el que nos va a llevar a una nueva crisis”.
-¿Cómo evalúa la actual política exterior argentina?
-Hay que partir de la base de que estamos en una fase del capitalismo mundial en la que vuelven a estar en disputa dos modelos de gobernanza, y esto implica la existencia de dos grandes ejes geopolíticos. Por un lado, un modelo que responde sólo al beneficio irrestricto, descarado, del capital financiero. El nivel de concentración habla claramente de un modelo que es insostenible desde la lógica de las democracias populares y de los poderes estatales. Del otro lado, justamente, la defensa de las democracias populares y de los poderes estatales como disciplinadores de los mercados.
-¿Qué caracteriza a ese primer modelo?
-Ese dispositivo está integrado por un conglomerado de poder financiero, empresas petroleras y empresas que comercian armas. Es un dispositivo de alcance global, que necesita, por ejemplo, sostener en el tiempo y multiplicar la situación de conflicto en el Medio Oriente. Así tendrán la mejor excusa para mantener controlados a los Estados, extraer petróleo y vender armas.
El tema del petróleo en Medio Oriente tiene una implicancia más política que estrictamente económica. Estados Unidos empezó a encauzar su déficit energético con la explotación de sus yacimientos no convencionales, pero, para el mercado Europeo, Medio Oriente sigue siendo una zona de provisión muy grande y, por lo tanto, necesitan tener controlada esa área para limitar el poder del otro eje geopolítico que está integrado, fundamentalmente, por China y Rusia, y al cual la mayoría de los países de América Latina se había inclinado.
-¿Cómo afecta esta situación a Argentina?
-El cambio de gobierno en Argentina no significó un simple traspaso presidencial: representa un cambio de alineamiento geopolítico. Eso es lo que hizo que Macri pusiera tanto énfasis en la situación de Venezuela, en la Cumbre del MERCOSUR (Mercado Común del Sur), que lo hiciera a través de la vicepresidenta (Gabriela Michetti) en reunión de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), y que él faltara a esa reunión. Macri no faltó a la Cumbre de la CELAC por directiva de su médico, sino de la Embajada de Estados Unidos y del Departamento de Estado.
Otra de las señales claras del cambio de eje geopolítico del nuevo gobierno argentino es el decreto de emergencia en materia de seguridad. Al permitir la injerencia de las fuerzas armadas en temas de seguridad interna y con la Ley de derribos, lo que hace es, con la excusa de combatir al narcotráfico, volver a situar al país en la esfera de la DEA. Está claro que la DEA es un mecanismo de control del “patio trasero”, no de combate al narcotráfico. Esto es ingresar en un nuevo eje geopolítico, no es priorizar el combate contra el narcotráfico, porque para combatir el narcotráfico no hay peor cosa que obedecer a la DEA.
-¿Argentina pretende insertarse en ese modelo?
-Este modelo de acumulación financiera se expresa también a través de tres tratados internacionales que se están negociando en este momento: el Transpacífico, el Transatlántico y el Tratado de Servicios, por fuera de la OMC (Organización Mundial de Comercio), para excluir a China, poner a Japón como principal actor de las economías del Pacífico, y a Chile, Colombia y México como el eje de la participación latinoamericana en ese esquema de dominación.
Hoy Argentina, en lugar de ser uno de los protagonistas que contrapesen esa figura, está tendiendo a que el MERCOSUR acuerde con la Alianza del Pacífico e intensifique su relación con los países que han firmado tratados bilaterales con Estados Unidos.
-¿Qué rol juega Brasil, el principal socio comercial de Argentina?
-Brasil es un integrante de los BRICS (asociación económica entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tiene una presidenta con cierta vocación a sostener la política sobre las cuestiones del mercado, pero que ha hecho grandes concesiones al poder financiero en su economía interna y hoy vive, como consecuencia, una fuerte presión política de la derecha y el mercado. Esto significa que Brasil, que debería ser el eje concentrador, hoy está desempeñando un rol más deslucido en ese balance de poder internacional entre estos dos grandes modelos.
-¿Cómo evalúa el futuro de la región y de Argentina?
-Indudablemente, el descenso en la intensidad de los procesos populares en la región es claro, es evidente si uno lo compara con la década anterior. Esto después de haber llegado a su punto culminante con el “No al ALCA” y haber presentado proyectos como el de integración energética, por ejemplo, o el gran proceso trunco que es el Banco del Sur y la creación de una moneda de clearing regional para el ahorro de divisas por parte de la región.
Todos esos procesos están muy debilitados con el retroceso de Brasil y con las dos derrotas electorales en Venezuela (parlamentaria) y en Argentina. Esto compromete a los procesos todavía vigentes, como los de Ecuador y Bolivia, e indudablemente mejora las condiciones de las protestas oligárquicas que ha padecido Rafael Correa.
-¿Es momento de una autocrítica?
-Sin dudas que esto obliga a una autocrítica, a repensar y redimensionar estos procesos. En mi criterio, el problema no fue la irritación creada por las medidas que tomaron los gobiernos populares, sino por su falta de profundización. Llega un momento en que este tipo de procesos se encuentran con límites estructurales, que tienen que ver con una falta de diversificación de la matriz productiva de nuestros países, con una falta de inversión en desarrollo tecnológico autónomo. Si no se toman las medidas para su profundización, los mercados vuelven a deteriorar estos procesos.
Hemos sido siempre sostenedores del proceso bolivariano en Venezuela, pero indudablemente un país que ha sido gobernado por un proyecto revolucionario durante quince años y que en la inmensa mayoría de ese periodo tuvo el barril de petróleo por encima de los cien dólares nos obliga a pensar cómo no hubo margen para un proceso de inversión productiva en políticas independientes que hoy le permitieran a determinadas industrias de Venezuela contrarrestar el desabastecimiento. Eso hay que repensarlo.
También hay que repensar la alianza que hicieron Lula y Dilma con el poder financiero. Lula hizo una política independiente desde el punto de vista internacional y muy inclusiva desde el punto de vista social, pero con muchas concesiones en materia de macroeconomía. Esto fue continuado por Dilma y hoy están sufriendo las consecuencias, porque cuando hay una alianza con el capital financiero, este después se toma revancha con la salida de capitales, con la presión macroeconómica, con la elevación de la tasa de interés, con el endeudamiento.
-¿La situación de Argentina es similar?
-En Argentina el próximo proceso no sólo va a tener que reparar las cosas que está haciendo Macri, y sin dudas el endeudamiento que está generando Macri es el que nos va a llevar a una nueva crisis. Además, habrá que actuar sobre la renta financiera, sobre la concentración oligopólica de las exportadoras y sobre muchos aspectos más.
No haber actuado sobre esos factores de poder fue lo que les permitió desarrollar su proyecto, les permitió recuperarse de la batalla cultural que dimos con la Ley de Medios y les permitió colonizar el cerebro de una parte importante del pueblo argentino.
Nos quedaron políticas por hacer que nos permitieran trasponer esos límites estructurales que te impone el modelo tradicional de dominación económica y financiera en América Latina. El próximo programa, lejos de ser más moderado, tiene que ser como dice Álvaro García Linera: “Hay que tener a Gramsci y a Lenin juntos”. Hay que ganar en lo cultural, pero hay que dar batallas políticas y derrotar a tu enemigo, porque si lo amenazás pero no lo derrotás, generás mucho rencor del otro lado, y después tenés una revancha mucho más fuerte sobre tus espaldas. Eso es lo que está viviendo Argentina hoy.