Carlos Raimundi, flamante embajador argentino ante la OEA, dialogó con En estos días e invitó a repensar “los paradigmas del pensamiento oficial de la Argentina”. La plurinacionalidad y los márgenes que debe abrir la política. El desafío de “salir de la trampa” que impuso “la doctrina Bullrich en los últimos años”, y el nuevo escenario internacional.
Cuando la pandemia sea un recuerdo, los pasillos y las aulas de la Universidad Nacional de La Plata dejarán de ver el trajín cotidiano de Carlos Raimundi. Con la ilusión de volver algún día, se despedirá de esa vieja construcción que fue su casa durante 30 años, como titular de la cátedra de Derecho Político.
Una vez que retornen los vuelos internacionales, Raimundi cambiará el edificio de 51 y 124 por una oficina en Washington, donde representará a la Argentina ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
En la valija llevará su preocupación por ampliar los márgenes del debate en relación a la situación de los pueblos originarios en el país.
Pocos días después del recrudecimiento de la represión contra mapuches -y algunos días antes de la violenta intervención policial en el Chaco contra una comunidad Quom-, Raimundi explicó que “el espacio que nosotros podamos ocupar tiene que servir como herramienta para poder enarbolar determinados valores”.
Esos valores incluyen “el repudio a la represión brutal, el diálogo, el respeto que exige hasta nuestra propia Constitución. Y la igualdad. Después, avanzar con el concepto de multiculturalidad, que es un tema que en América Latina durante los años anteriores había cuajado bastante, y creció a partir de la experiencia de Bolivia y de Ecuador. Es un concepto muy interesante para trabajar, para meterse en ese concepto y decir cuál es la vía. La vía es aceptar, entender, dialogar”.
En Estos Días: Uno de los planteos que hacen los pueblos originarios es la necesidad de reconocimiento basal por parte del Estado de que su propia conformación tiene como hecho fundante un genocidio, que fue el que se cometió contra los pueblos originarios. Como un hombre de Estado que has sido, como una persona ligada a la política y a la cosa pública ¿ves que hay margen para una discusión sobre que el Estado reconozca la condición de su fundación sobre un genocidio?
Carlos Raimundi: Es muy profundo el tema este. Yo creo que no únicamente hay margen, hay necesidad. Y cuando hay necesidad, hay que crear el margen para discutir estas cosas. Esa es una tarea de la política. Abrir caminos. Porque la verdad que buena parte de los problemas profundos de la Argentina, no solamente éste, sino muchos, están asentados en el momento en que se van creando los paradigmas del pensamiento oficial de la Argentina. Y eso tiene que ver con la etapa de la Argentina oligárquica del siglo 19, que nominó. Hay un lema que dice que “el que domina, nomina”, ¿no? Nominó como Campaña al Desierto lo que fue un genocidio de miles y miles de habitantes de los pueblos originarios. Murieron miles y miles de compatriotas (porque uno tiene un sentido de patria más amplio que el de los límites jurídicos). Entonces eso no era un desierto. Sino que lo que hubo fue un sometimiento sobre la base de un genocidio, de un genocidio físico y un genocidio cultural, que abreva en una idea de pensamiento oficial. Cuando digo oficial me refiero no a lo gubernamental, sino al pensamiento del poder, al pensamiento que instala el poder. Estamos hablando de una etapa histórica de la Argentina donde el país estaba gobernado por una minoría oligárquica, con fuertes intereses por su condición de terratenientes, que adquiría la propiedad de la tierra en la medida que la conquistaban. Había una alianza, obviamente, entre las fuerzas militares y las fuerzas económicas. Después comparten esa riqueza que se acumulaba, iban a estudiar a Europa y, desde Europa, traían la “cultura”. Y esa cultura decía que los habitantes originarios, no de la Patagonia argentina, sino de toda América Latina, eran inhumanos. ¿Vos sabes que Bolivar, San Martín, Artigas, Belgrano son contemporáneos de Hegel? Y Hegel, sucesor en cierto tipo de racionalismo, era discípulo de Kant. Estamos hablando de esa misma época, de la época emancipatoria de América Latina, y esos filósofos decían que Europa tenía que erradicar a los pueblos originarios, porque se trataba de primates. Lo decía Hegel. Al mismo tiempo que Bolivar y San Martín luchaban por la emancipación. Y eso trasladalo a la línea Alberdi con la inmigración europea, Sarmiento con los maestros de Estados Unidos, Mitre, Roca con la campaña del desierto... Bueno, ¿qué queda?: “Hay que sacar a esta gente, porque son animales, no son humanos”. Es tremendo eso.
En Estos Días: Además, veo una línea de continuidad histórica, porque durante la última dictadura, uno de los conceptos que también desde el sector de poder se esgrimía, era esta idea del revolucionario, del insumiso, como “no humano”. Había que deshumanizar para poder ejercer sobre esos cuerpos la violencia física que se ejerció.
Carlos Raimundi: Comparto lo que decís, obviamente, pero sería un error imputárselo a una visión inmoral. Es decir, eso tiene una guía moral, es una limpieza étnica. Limpieza étnica en nombre de valores superiores, ¿no? Ahora, no hay cosa más antidemocrática que esa mirada. En la actualidad, sería como decir que la culpa del malestar en la Argentina la tiene un líder piquetero; hay un paso. Es toda una línea que se sigue, entonces es tremendamente profundo y tremendamente necesario plantear esto. Ahora, además, los pueblos originarios traen otra lógica cultural y traen otros paradigmas, otros patrones para organizar su vida, su cosmovisión, la relación con la naturaleza. La idea del consumo, la idea de la vida y la muerte. La continuidad entre la vida y la muerte. Bueno, son un montón de cosas que afectan cómo está organizada la sociedad capitalista desenfrenada. Entonces, como respuesta, por un lado, hay un aire de superioridad y, por otro lado, hay una necesidad de decir "no me vengan a tocar el negocio". Salvando las distancias, en el mundo islámico también está la otra visión. La organización del confusionismo en extremo oriente y, fundamentalmente en China, también instala otra visión. Por eso hay que asociar a la comunidad mapuche con la revolución iraní. Todo está ensamblado y se expresa a través de un lenguaje. Y todo termina reduciéndose a una mirada humanista o a una mirada libremercadista de cómo se organiza la vida.
En Estos Días: Lo que es muy interesante es percibir que existe una relación, por ejemplo, entre estos temas y la cobertura de un hecho puntual específico, como que cuatro policías reprimen a dos mapuches en una localidad perdida de la Patagonia argentina. Parece un hecho de carácter delictivo ajeno a estos temas que estamos conversando y, sin embargo, tienen en su raíz un vínculo muy estrecho con estas construcciones de sentido. Y también pensaba, por supuesto, en el rol de los medios para la consolidación de esos mensajes.
Carlos Raimundi: Exactamente, exactamente. Vos fijate que La Nación la funda Mitre con la consigna de “Tribuna de doctrina”. Ya Sarmiento era un periodista, además de lo que fue. Por lo tanto, son políticos que fundan medios y que después te dicen que los medios tienen que ser independientes del poder político. Lo otro que me sonaba cuando dijiste lo de los policías es cómo ha calado tan profundo que no es la oligarquía la que acciona, la que operativiza la acción, sino que son policías que deben tener un salario que los convierte en más pobres que los mapuches que están viviendo de la tierra.
En Estos Días: Y que además probablemente sean de origen mapuche, aquí en la Patagonia...
Carlos Raimundi: Pero por supuesto, y si no son de origen mapuche, son de otro origen pero son del mismo origen que el laburante, que el desocupado, el piquetero, el que vive en un barrio humilde. Y, sin embargo, la oligarquía no solamente fue capaz de plantear la supremacía cultural, sino de hacer pelear pobres contra pobres, ¿no?, cuando la línea divisoria es otra. No es policía contra mapuche, sino es policía y mapuche, contra los que explotan a los pobres.
De origen político radical, Raimundi cuestionó desde la Juventud de ese partido las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que dictó el Gobierno de Raúl Alfonsín. Fue Diputado Nacional representando a la Provincia de Buenos Aires, en varios períodos, y formó parte del grupo primigenio que dio vida al Frepaso. Hoy es Secretario General del partido Solidaridad más Igualdad en el Frente Grande.
En Estos Días: Estás a punto de dar unos primeros pasos en el ámbito de la diplomacia internacional. No sé si en términos institucionales -porque en definitiva es la representación de un país la que vas a tener ante esos organismos-, pero ¿qué margen o qué espacios de debate imaginás pueden darse en este tipo de organizaciones supranacionales para cuestiones como las que estamos charlando?
Carlos Raimundi: Hay que abrir el margen. Si el país no hubiera estado dispuesto a dar esta batalla, no me hubieran nombrado a mí, hubieran nombrado a otro. Y, después, separar lo que es la OEA márketing, que es la figura de Luis Almagro, y la OEA que tiene organismos derivados, específicos, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), organismo que trata las políticas de género, las normas laborales, las políticas de salud. Ahí, Argentina tiene mucho que decir. Y yo ahí confío. Por la personalidad de Paulo Abrão (Secretario Ejecutivo de la CIDH), que ha tenido fallos interesantes, como las medidas cautelares que autorizó el día 14 de mayo (a favor de la Comunidad mapuche Buenuleo, de Bariloche). Yo creo que hay mucho para hacer, y sobre todo avanzar en el concepto de la plurinacionalidad y de la multiculturalidad. Hay fuerzas políticas progresistas en España, por ejemplo, que vieron en el ejemplo de la multiculturalidad de América Latina de los últimos años, de los primeros años de este siglo, una buena manera para explorar la relación entre la España totalizadora y los derechos de las comunidades, como la comunidad de Cataluña, del país Vasco, de Galicia. Han tomado como ejemplo la Constitución de Bolivia, han tomado como ejemplo determinadas medidas en Ecuador. Y yo creo que la Argentina tiene que afincarse en los principios del Derecho Internacional y en su propia Constitución, porque el artículo 75 inciso 17* es muy valioso como marco jurídico para entablar una conexión con el pueblo mapuche, aún con todas las dificultades. Como debería haber sido con la comunidad Qom en el noreste argentino. Creo que hay que andar esos caminos. Y yo espero que el sistema interamericano pueda servir como ayuda, como palanca para que los actores locales puedan tener un marco donde puedan discutir con otra legalidad, con otra legitimidad y no entre una represión estatal y la clandestinidad del pueblo mapuche. Hay que salir de esa trampa política en la que los siguió sumergiendo la doctrina Bullrich de los últimos años.
En Estos Días: La percepción es que el mundo va camino a encerrarse cada vez más. Había ejemplos de líderes, previos incluso a la pandemia y del coronavirus, desde Johnson, Trump, Bolsonaro que demuestran que la tendencia del mundo tiene que ver con una especie de regreso a la idea del Estado Nación, de fronteras, que contrariaba incluso lo que se había avanzado en Europa, en algún sentido. No va a ser sencillo, me parece, porque el mundo ha ido caminando y me parece que la pandemia refuerza ese andar hacia una mirada contraria a la plurinacionalidad y el multiculturalismo.
Carlos Raimundi: Bueno, puede ser un escenario posible. Frente a esa complejidad tiene que actuar la convicción política, los ideales de otra mirada. Yo creo que sí, que ya desde antes de la pandemia existía la exclusión por vía del desamparo que crea el neoliberalismo absoluto y una contrapartida de eso que pareciera antagónica, pero que no lo es, que es la xenofobia, el racismo. Jorge Alemán dice que "el racismo no es la contracara del neoliberalismo, es la consecuencia, es el corolario". En el medio de esas dos, de la exclusión por neoliberalismo o la exclusión por neofascismo hay que construir un camino democrático y un nacionalismo defensivo. Un nacionalismo defensivo es distinto al nacionalismo como xenofobia, como opresión del otro. Es un nacionalismo como defensa de mi territorio, como defensa de mi patrimonio cultural. Entonces, sí, yo creo que estamos ante un desafío, de construir esa mirada humanista y, si bien es difícil como vos decís, que parecen cerrados los caminos, bueno ahí es donde la política los tiene que abrir. La política en el profundo sentido. No en el sentido del sueldo de un funcionario, el chofer, eso es una estupidez que usa el poder para desvalorizar a la política. La política tiene que revalorizarse, abriendo camino para dar estos debates con mucha franqueza y con mucho sentido ético.
(*) El artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional establece que corresponde al Congreso:
Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural.
Reconocer la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan.
Regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano.
Ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos.
Publicación original en En Estos Días