Es sabido que ningún dirigente y ninguna agrupación política de la oposición pueden condensar en sí mismos una cosmovisión general del país alternativa a la que lidera la presidenta de la Nación. La agenda de la oposición está diseñada por intereses corporativos externos a la política partidaria. Pero también es sabido que estos mismos grupos necesitan alguna figura política que encarne ese proyecto opositor. Y Mauricio Macri ha decidido intentarlo.
Con la brutal represión al Borda le estaba dando una clara señal al establishment: “Yo puedo ser el garante de la disciplina social que necesitan”. Por el último DNU en resguardo del monopolio informativo, también da una clara señal: “Yo puedo ser el garante del orden económico que necesitan”.
Poco importa la incongruencia entre pretender la defensa de la libertad de expresión y, al mismo tiempo, apalear y esposar periodistas, porque el mensaje tiene otro objetivo. Cuando el artículo 16 del DNU modifica las disposiciones constitucionales sobre inviolabilidad de la propiedad u otorga un trato especial a las deudas de una empresa vinculada con la información, al igual que los artículos 19 y 20; cuando el artículo 17 de este decreto local enfrenta abiertamente a una ley federal como la ley de medios; cuando el artículo 18 pretende desconocer a la autoridad pública de aplicación; o cuando pretende crear un fuero especial por sobre los jueces naturales que determina la Constitución, se convierte en un acto claramente inconstitucional. Pero poco importa que sea una aberración jurídica, porque su intención es política e ideológica: poner al Gobierno de la Ciudad por sobre el Gobierno de la Nación, y poner al gobierno de una empresa por sobre el gobierno del Estado.
La sesión de la Legislatura de la Ciudad para convalidarlo o no es una inmejorable oportunidad para determinar con claridad hasta dónde puede llegar el antikirchnerismo visceral de algunos sectores que se denominan progresistas. Y no valdrá ampararse en alguna modificación, porque está hecho justamente para eso. Son tan extremos los postulados del decreto que una simple variación que lave la conciencia de algunos bajo la excusa de que lo están modificando, sólo serviría en realidad para ratificar una iniciativa demencial.
Publicado en Página/12
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