Este análisis no tiene pretensión de mirada económica, sino política.
Durante la última década se vinieron tomando medidas trascendentes que modificaron la ecuación de poder de los noventa. Es decir, sería otra la realidad latinoamericana si hubiera triunfado el ALCA. Se avanzó sobre las atribuciones del Banco Central respecto de los bancos privados, se recuperó YPF, se recuperaron los fondos previsionales, y todo esto fue dando forma a un modelo de crecimiento con inclusión, cuya descripción conocemos y no es la intención de esta columna.
Ahora bien, cuando la Argentina transita etapas de estancamiento económico, llega un punto limite que se lo marca el sector externo, ya sea por el endeudamiento, por las condiciones impuesta desde el exterior, porque se enajenaron resortes de poder como ocurrió con las privatizaciones, pero llega un punto en que se estrangula el proceso económico por el sector externo.
Y, paradójicamente, cuando la Argentina transita un período de crecimiento prolongado, también llega un punto en que el sector externo pone límites. Esta vez, los problemas que estamos teniendo con la caída de las reservas, no están fundados en hechos negativos de la economía. Por el contrario, tienen como causa cuestiones virtuosas.La primera, el desendeudamiento, que es un acto de soberanía financiera y por lo tanto de soberanía política.
La segunda, el propio crecimiento. Por ejemplo, se exhibe el crecimiento de la industria automotriz, que genera puestos de trabajo, circulación económica en el mercado interno, movilidad ascendente del que no tenía auto y se compra uno usado, y del que tenía uno usado y se compró uno nuevo. Pero, al mismo tiempo, impone la necesidad de importar insumos y autopartes, porque hay un sistema estructurado donde las firmas producen el automóvil, pero con las autopartistas pertenecientes a esas mismas firmas, con sede en el exterior. Entonces, por un lado crecemos, pero al mismo tiempo, producto de ese mismo crecimiento, merman las divisas.
La tercera, que también es virtuosa, es que al haberse casi duplicado nuestro PBI en estos diez años, hubo que aumentar entre un 30 y un 40% la oferta de energía. Lo cual, debido a la matriz privatizada heredada de los años 90, hizo que tuviéramos que importarla, y eso también contribuyó al drenaje de divisas.
El cuarto factor también es virtuoso: el estancamiento del superávit turístico. Nosotros llegamos a tener déficit turístico en los dos últimos años; la Presidenta dijo en su último discurso que ya se había equilibrado nuevamente. Me refiero a que nuestra población subió su nivel de vida y puede viajar al exterior. Y a diferencia de esto, por la crisis europea, por la recesión en Brasil, ha disminuido el turismo receptivo. Y además, en lugar de ingresar sus dólares en el circuito oficial, los han cambiado en las cuevas, y no entraron en el circuito oficial.
Por lo tanto, nuestro problema con la balanza de pagos responde a hechos virtuosos de la economía. Ahora bien, si más allá de los errores lógicos, se han hecho bien las cosas, y aun así nos encontramos con estas restricciones, quiere decir que la propia estructura del modelo económico nos enfrenta con límites estructurales.
¿Qué quiero decir? Que si no trasponemos esos límites, el modelo retrocede, porque no va a poder seguir financiando las políticas de inclusión. ¿A cuáles límites me refiero? De ninguna manera a los acuerdos internacionales que se están llevando a cabo, porque creo que se hacen desde una posición soberana y ayudan a ordenar nuestra economía, que no puede permanecer eternamente judicializada. Me refiero a la matriz concentrada, monopólica u oligopólica de la oferta de bienes esenciales y en la cadena de comercialización.
Se están tomando medidas. Yo creo que los precios cuidados es una de ellas. No me refiero sólo a la lista de precios, sino a todo un debate público que ha desplazado la aguja de una conciencia colectiva de que el principal causante de la inflación es la emisión de dinero, hacia los formadores de precio. De manera incompleta todavía, estamos caminando ese camino, pero se está desplazando.
Y también hay una resolución de ayer de la Secretaría de Comercio, que me parece importante, y es la obligación de que las empresas informen mensualmente sobre la estructura de costos de los distintos eslabones de la cadena de valor.
Creo que hay que seguir haciendo mucho más, como incrementar la intervención del Estado sobre el comercio exterior, sobre la estructura de costos, el nivel de información a la sociedad tiene que ser mucho mayor. Porque para sostener los desafíos que se vienen, para poder profundizar este modelo, se necesita una gran fuerza política y una gran organización popular.
Este domingo se publicó una nota de Alfredo Zaiat en Página12, que se titula “Números duros”, o algo así, y hace una cuenta muy simple: la caída de reservas coincide exactamente con la suma de las importaciones de la industria automotriz, más los dólares no liquidados por las exportadoras en el último tramo de la cosecha de soja.
En definitiva, hay que atacar vía sustitución de importaciones, y vía intervención en la cadena concentrada de formación de precios fundamentales de la economía y de comercio exterior.
Termino con esta reflexión. He escuchado en algún lugar que, justamente, cuando uno se enfrenta con estos límites, y falta un año y pico para que finalice el mandato presidencial, lo que se debe hacer es no hacer olas, y finalizar sin crisis. Estabilizar el proceso. Y esta lectura política conlleva a una lectura electoral: nominar un candidato que tampoco ‘haga olas’.
Yo creo que esa lectura es incorrecta. Y no lo digo desde una suerte de maximalismo ideológico, que me parecería infantil. Lo digo desde el análisis político. Cuando uno se enfrenta a límites estructurales, se encuentra ante un cuello de botella, o se lo sortea, se lo supera, o esos límites terminan carcomiendo la base, el espíritu del modelo. Y creo que el kirchnerismo ha dado pruebas suficientes de que cuando se enfrenta con estos desafíos, lo que hace es avanzar, y jamás amilanarse, o hacer la plancha.-